viernes, 21 de junio de 2019


El problema actual de las prisiones en el mundo, su viabilidad y aporte a la sociedad moderna
Las prisiones existen desde hace mucho tiempo y son parte del sistema de la inmensa mayoría de los países. Sin embargo ¿Son realmente imprescindibles hoy en día?

Para poder hablar de las prisiones en la actualidad hay que poner en contexto su origen y fundamento principal por el cuál se crearon. Las prisiones existieron en civilizaciones antiguas con forma de calabozos, sin embargo no se relacionan ni en concepto ni en funcionamiento con las prisiones actuales. La prisión como tal la conocemos en la actualidad se remonta entonces al siglo XVIII, comienzo de la Revolución Industrial. Las prisiones fueron creadas para solucionar políticas sociales relacionadas con la pobreza que se vivía en el momento: debido a la Revolución, muchas personas quedaron sin trabajo y familias, entonces los estados europeos no tenían otra alternativa más que crear prisiones para retener a esta clase social que irrumpía la calma.
Obviamente esta idea de encerrar pobres fue cambiando en el sentido tal que no los encerramos directamente por ser pobres. Para Europa esa fue una situación imprevista y la solución que se les ocurrió fue la prisión. Sin embargo, y por ello aclaré previamente “en el sentido tal”, hoy en día muchas prisiones tienen encarceladas a gente que vive o vivió en situación de pobreza. Esto debería causar ruido en la sociedad porque es increíble que con trescientos años de historia, no hayamos podido separar a los pobres de la cárcel. ¿Se relaciona esto con un cambio de función?
Queda claro a cualquiera que haya leído el origen de las prisiones que hoy en día el enfoque está marcado en disminuir el índice de delincuencia y no el de pobreza. A pesar de esto la delincuencia en varios países no sólo no ha bajado, sino que incrementó. Esto se debe a que las prisiones no funcionan como una institución para reintegrar delincuentes en la sociedad, sino para que vuelvan a cometer crímenes al salir o mueran por no poder conseguir trabajo al tener historial criminal. Esto sucede porque a pesar de cambiar el objetivo, la estructura de las prisiones en mantenerlos cerrados en un ambiente violento del cual salen sin tratamiento psicológico pero sí con años de estancamiento interactivo con el exterior, lo que conlleva a una ansiedad social e inhabilidad para ejercer un trabajo.
El último punto que querría remarcar es cuánto gasta un país en mantener a un preso. Por cuestiones de comodidad me voy a concentrar en remarcar el estado en Argentina. Un preso, según una nota del año pasado hecha por un periodista en la página web de TN, le cuesta al estado 33 mil pesos al mes mantenerlo. Además, aclaraba la nota, una cárcel para 1700 internos cuesta cerca de 2700 millones de pesos o 1.5 millones de pesos por preso. Esta suma total no compensa en absoluto lo que saca la Argentina de mantener a tanta gente encerrada.
Queda claro que la situación actual de las cárceles no es muy conmovedora en general (todo esto sin hablar sobre la superpoblación en muchas cárceles del mundo ni el abuso de poder por parte del cuerpo policial). Sin embargo, y a pesar de toda la negatividad que incluí, es posible redirigir las prisiones por un camino por el cuál no se vuelva un gasto innecesario, aporte tanto a la sociedad como a los prisioneros y, esperemos, un decrecimiento en la cantidad de prisioneros.

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