El
problema actual de las prisiones en el mundo, su viabilidad y aporte a la
sociedad moderna
Las prisiones existen desde
hace mucho tiempo y son parte del sistema de la inmensa mayoría de los países.
Sin embargo ¿Son realmente imprescindibles hoy en día?
Para poder hablar de las prisiones en la
actualidad hay que poner en contexto su origen y fundamento principal por el
cuál se crearon. Las prisiones existieron en civilizaciones antiguas con forma
de calabozos, sin embargo no se relacionan ni en concepto ni en funcionamiento
con las prisiones actuales. La prisión como tal la conocemos en la actualidad
se remonta entonces al siglo XVIII, comienzo de la Revolución Industrial. Las
prisiones fueron creadas para solucionar políticas sociales relacionadas con la
pobreza que se vivía en el momento: debido a la Revolución, muchas personas
quedaron sin trabajo y familias, entonces los estados europeos no tenían otra
alternativa más que crear prisiones para retener a esta clase social que irrumpía
la calma.
Obviamente esta idea de encerrar pobres fue
cambiando en el sentido tal que no los encerramos directamente por ser pobres.
Para Europa esa fue una situación imprevista y la solución que se les ocurrió
fue la prisión. Sin embargo, y por ello aclaré previamente “en el sentido tal”,
hoy en día muchas prisiones tienen encarceladas a gente que vive o vivió en
situación de pobreza. Esto debería causar ruido en la sociedad porque es
increíble que con trescientos años de historia, no hayamos podido separar a los
pobres de la cárcel. ¿Se relaciona esto con un cambio de función?
Queda claro a cualquiera que haya leído el
origen de las prisiones que hoy en día el enfoque está marcado en disminuir el
índice de delincuencia y no el de pobreza. A pesar de esto la delincuencia en
varios países no sólo no ha bajado, sino que incrementó. Esto se debe a que las
prisiones no funcionan como una institución para reintegrar delincuentes en la
sociedad, sino para que vuelvan a cometer crímenes al salir o mueran por no
poder conseguir trabajo al tener historial criminal. Esto sucede porque a pesar
de cambiar el objetivo, la estructura de las prisiones en mantenerlos cerrados
en un ambiente violento del cual salen sin tratamiento psicológico pero sí con
años de estancamiento interactivo con el exterior, lo que conlleva a una
ansiedad social e inhabilidad para ejercer un trabajo.
El último punto que querría remarcar es cuánto
gasta un país en mantener a un preso. Por cuestiones de comodidad me voy a
concentrar en remarcar el estado en Argentina. Un preso, según una nota del año
pasado hecha por un periodista en la página web de TN, le cuesta al estado 33
mil pesos al mes mantenerlo. Además, aclaraba la nota, una cárcel para 1700
internos cuesta cerca de 2700 millones de pesos o 1.5 millones de pesos por
preso. Esta suma total no compensa en absoluto lo que saca la Argentina de
mantener a tanta gente encerrada.
Queda claro que la situación actual de las
cárceles no es muy conmovedora en general (todo esto sin hablar sobre la
superpoblación en muchas cárceles del mundo ni el abuso de poder por parte del
cuerpo policial). Sin embargo, y a pesar de toda la negatividad que incluí, es
posible redirigir las prisiones por un camino por el cuál no se vuelva un gasto
innecesario, aporte tanto a la sociedad como a los prisioneros y, esperemos, un
decrecimiento en la cantidad de prisioneros.
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